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miércoles, 26 de febrero de 2020

Cuaresma

   Hola chicos:
   Con el Miércoles de Ceniza comienza un nuevo tiempo litúrgico, preparatorio de la gran fiesta de la Pascua.
En el 2020 se sigue el Ciclo A y, como tenemos un trabajo con palabras de las lecturas dominicales de esos días, a continuación, podéis leerlas para saber de dónde salen dichas palabras.
Y si tenéis ganas de pintar y divertiros al final del texto encontraréis unos dibujos alusivos que resumen todos los domingos de Cuaresma de este año.

Primer domingo: Mt 4, 1-11 (Las tentaciones)
Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. Y acercándose el tentador, le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.» Mas Él respondió: «Está escrito:
No sólo de pan vive el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.»
Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo, 6 y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito:
A sus ángeles te encomendará,
y en sus manos te llevarán,
para que no tropiece tu pie en piedra alguna.»
Jesús le dijo: «También está escrito:
No tentarás al Señor tu Dios.»
De nuevo le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: «Todo esto te daré si postrándote me adoras.» 10 Dícele entonces Jesús: «Apártate, Satanás, porque está escrito:
Al Señor tu Dios adorarás,
y sólo a Él darás culto.»
Entonces el diablo le deja. Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían.

Segundo domingo: Mt 17, 1-9 (La Transfiguración)
Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con Él. 4 Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salió una voz que decía: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle.»
Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no tengáis miedo.»
Ellos alzaron sus ojos y no vieron a nadie más que a Jesús solo.
Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.»

Tercer domingo: Jn 4, 5-42 (Jesús y la samaritana)
Llega, pues, a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de la heredad que Jacob dio a su hijo José. Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, como se había fatigado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta. Llega una mujer de Samaría a sacar agua. Jesús le dice: «Dame de beber.» Pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar comida. Le dice la mujer samaritana: «¿Cómo Tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?» (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.) Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le habrías pedido a Él, y Él te habría dado agua viva.»
Le dice la mujer: «Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? ¿Acaso eres Tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?»
Jesús le respondió: «Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que Yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que Yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna.»
Le dice la mujer: «Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla.»
Él le dice: «Vete, llama a tu marido y vuelve acá.»
Respondió la mujer: «No tengo marido.»
Jesús le dice: «Bien has dicho que no tienes marido, porque has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es marido tuyo; en eso has dicho la verdad.»
Le dice la mujer: «Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en este monte y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.»
Jesús le dice: «Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren.
Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad.»
Le dice la mujer: «Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando venga, nos lo desvelará todo.»
Jesús le dice: «Yo soy, el que está hablando contigo.»
En esto llegaron sus discípulos y se sorprendían de que hablara con una mujer. Pero nadie le dijo: «¿Qué quieres?» o «¿Qué hablas con ella?» La mujer, dejando su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: «Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Cristo?» Salieron de la ciudad e iban hacia Él.
Entretanto, los discípulos le insistían diciendo: «Rabbí, come.» Pero Él les dijo: «Yo tengo para comer un alimento que vosotros no sabéis.» Los discípulos se decían unos a otros: «¿Le habrá traído alguien de comer?» Les dice Jesús: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra. ¿No decís vosotros: Cuatro meses más y llega la siega? Pues bien, yo os digo: Alzad vuestros ojos y ved los campos, que blanquean ya para la siega. Ya el segador recibe el salario, y recoge fruto para vida eterna, de modo que el sembrador se alegra igual que el segador.
Porque en esto resulta verdadero el refrán de que uno es el sembrador y otro el segador: Yo os he enviado a segar donde vosotros no os habéis fatigado. Otros se fatigaron y vosotros os aprovecháis de su fatiga.»
Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en Él por las palabras de la mujer que atestiguaba: «Me ha dicho todo lo que he hecho.» Cuando llegaron a Él los samaritanos, le rogaron que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Y fueron muchos más los que creyeron por sus palabras, y decían a la mujer: «Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que Éste es verdaderamente el Salvador del mundo.»

Cuarto domingo: Jn 9, 1-41 (curación de un ciego de nacimiento)
Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?» Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios. Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día;
llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo.»
Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que quiere decir Enviado). Él fue, se lavó y volvió ya viendo.
Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían: «¿No es éste el que se sentaba para mendigar?» Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino que es uno que se le parece.» Pero él decía: «Soy yo.» Le dijeron entonces: «¿Cómo, pues, se te han abierto los ojos?» Él respondió: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo: `Vete a Siloé y lávate.' Yo fui, me lavé y vi.» Ellos le dijeron: «¿Dónde está Ése?» Él respondió: «No lo sé.»
Lo llevan a los fariseos al que antes era ciego. Era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. Él les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.» Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes signos?» Y había disensión entre ellos. Entonces le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué dices de Él, ya que te ha abierto los ojos?» Él respondió: «Que es un profeta.»
No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?» Sus padres respondieron: «Nosotros sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego. Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto los ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí mismo.» Sus padres decían esto por miedo a los judíos, pues los judíos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como Cristo, quedara excluido de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres: «Edad tiene; preguntádselo a él.»
Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.» Les respondió: «Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo.» Le dijeron entonces: «¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?» Él replicó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis escuchado. ¿Por qué queréis oírlo otra vez? ¿Es qué queréis también vosotros haceros discípulos suyos?» Ellos le llenaron de injurias y le dijeron: «Tú eres discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero Ése no sabemos de dónde es.» El hombre les respondió: «Eso es lo extraño: que vosotros no sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha. Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada.» Ellos le respondieron: «Has nacido todo entero en pecado ¿y nos das lecciones a nosotros?» Y le echaron fuera.
Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose con él, le dijo: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?» Él respondió: «¿Y quién es, Señor, para que crea en Él?» Jesús le dijo: «Le has visto; el que está hablando contigo, Ése es». Él entonces dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante Él.
Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos.»
Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «¿Es que también nosotros somos ciegos?» Jesús les respondió: «Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: `Vemos', vuestro pecado permanece.»

Quinto domingo: Jn 11, 1-45 8 (Resurrección de Lázaro)
Había un enfermo, Lázaro, de Betania, pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro era el enfermo. Las hermanas enviaron a decir a Jesús: «Señor, aquel a quien Tú quieres, está enfermo.» Al oírlo Jesús, dijo: «Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro.
Cuando se enteró de que estaba enfermo, permaneció dos días más en el lugar donde se encontraba. Al cabo de ellos, dice a sus discípulos: «Volvamos de nuevo a Judea.» Le dicen los discípulos: «Rabbí, con que hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y vuelves allí?»
Jesús respondió: «¿No son doce las horas del día? Si uno anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si uno anda de noche, tropieza, porque no está la luz en él.»
Dijo esto y añadió: «Nuestro amigo Lázaro duerme; pero voy a despertarle.» Le dijeron sus discípulos: «Señor, si duerme, se curará.» Jesús lo había dicho de su muerte, pero ellos creyeron que hablaba del descanso del sueño. Entonces Jesús les dijo abiertamente: «Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis. Pero vayamos allá.»
Entonces Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con Él.» Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén como a unos quince estadios, y muchos judíos habían venido a casa de Marta y María para consolarlas por su hermano. Cuando Marta supo que había venido Jesús, le salió al encuentro, mientras María permanecía en casa. Dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá.» Le dice Jesús: «Tu hermano resucitará.» Le respondió Marta: «Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día.»
Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección. El que cree en Mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en Mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?»
Le dice ella: «Sí, Señor, yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo.»
Dicho esto, fue a llamar a su hermana María y le dijo al oído: «El Maestro está ahí y te llama.» Ella, en cuanto lo oyó, se levantó rápidamente, y se fue hacia Él. Jesús todavía no había llegado al pueblo; sino que seguía en el lugar donde Marta lo había encontrado. Los judíos, que estaban con María en casa consolándola, al ver que se levantaba rápidamente y salía, la siguieron pensando que iba al sepulcro para llorar allí.
Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.» Viéndola llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó y dijo: «¿Dónde lo habéis puesto?» Le responden: «Señor, ven y lo verás.» Jesús derramó lágrimas. Los judíos entonces decían: «Mirad cómo le quería.» Pero algunos de ellos dijeron: «Éste, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho que éste no muriera?» Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta encima una piedra. Dice Jesús: «Quitad la piedra.» Le responde Marta, la hermana del muerto: «Señor, ya huele; es el cuarto día.» Le dice Jesús: «¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?» Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo:
«Padre, te doy gracias por haberme escuchado.
Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por éstos que me rodean, para que crean que Tú me has enviado.»
Dicho esto, gritó con fuerte voz: «¡Lázaro, sal afuera!» Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dice: «Desatadlo y dejadle andar.»
Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en Él
Pero también debemos incluir en las lecturas cuaresmales la del Domingo de Ramos, preludio de la Semana Santa
Domingo de Ramos: Mt 26, 14 - 27, 66 (Pasión y muerte)
Traición de Judas.
Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes, y les dijo: «¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?» Ellos le asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle.
Preparativos para la cena pascual.
El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer la Pascua?» Él les dijo: «Id a la ciudad, a un tal, y decidle: `El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos.'» Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.
Anuncio de la traición de Judas.
Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará.» Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?» Él respondió: «El que ha metido conmigo la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!» Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?» Dícele: «Tú lo has dicho.»
Institución de la Eucaristía.
Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: «Tomad, comed, éste es mi cuerpo.» Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: «Bebed de ella todos, porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé de este producto de la vid hasta el día aquel en que lo beba con vosotros, nuevo, en el Reino de mi Padre.»
Predicción de las negaciones de Pedro.
Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos. Entonces les dice Jesús: «Todos vosotros vais a escandalizaros de Mí esta noche, porque está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño. Mas después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea.» Pedro intervino y le dijo: «Aunque todos se escandalicen de Ti, yo nunca me escandalizaré.» Jesús le dijo: «Yo te aseguro: esta misma noche, antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces.» Dícele Pedro: «Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré.» Y lo mismo dijeron también todos los discípulos.
Agonía de Jesús.
Entonces va Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los discípulos: «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.» Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dice: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo.» Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: «Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieres Tú.» Viene entonces a los discípulos y los encuentra dormidos; y dice a Pedro: «¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.» Y alejándose de nuevo, por segunda vez oró así: «Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que Yo la beba, hágase tu voluntad.» Volvió otra vez y los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados. Los dejó y se fue a orar por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Viene entonces a los discípulos y les dice: «Ahora ya podéis dormir y descansar. Mirad, ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores. ¡Levantaos!, ¡vámonos! Mirad que el que me va a entregar está cerca.»
Prendimiento de Jesús.
Todavía estaba hablando, cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo numeroso con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El que le iba a entregar les había dado esta señal: «Aquel a quien yo dé un beso, Ése es; prendedle.» Y al instante se acercó a Jesús y le dijo: «¡Salve, Rabbí!», y le dio un beso. Jesús le dijo: «Amigo, ¡a lo que estás aquí!» Entonces aquéllos se acercaron, echaron mano a Jesús y le prendieron. En esto, uno de los que estaban con Jesús echó mano a su espada, la sacó e, hiriendo al siervo del Sumo Sacerdote, le llevó la oreja. Dícele entonces Jesús: «Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán. ¿O piensas que no puedo yo rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de ángeles? Mas, ¿cómo se cumplirían las Escrituras de que así debe suceder?» En aquel momento dijo Jesús a la gente: «¿Como contra un salteador habéis salido a prenderme con espadas y palos? Todos los días me sentaba en el Templo para enseñar, y no me detuvisteis. Pero todo esto ha sucedido para que se cumplan las Escrituras de los profetas.» Entonces todos los discípulos le abandonaron y huyeron.
Jesús ante el Sanedrín.
Los que prendieron a Jesús le llevaron ante el Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro le iba siguiendo de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver el final.
Los sumos sacerdotes y el Sanedrín entero andaban buscando un falso testimonio contra Jesús con ánimo de darle muerte, y no lo encontraron, a pesar de que se presentaron muchos falsos testigos. Al fin se presentaron dos, que dijeron: «Éste dijo: Yo puedo destruir el Santuario de Dios, y en tres días edificarlo.» Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y le dijo: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti?» Pero Jesús callaba. El Sumo Sacerdote le dijo: «Te conjuro por Dios vivo que nos digas si Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios.» Dícele Jesús: «Tú lo has dicho. Pero os digo que a partir de ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo sobre las nubes del cielo.» Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestidos y dijo: «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué os parece?» Respondieron ellos diciendo: «Es reo de muerte.»
Entonces se pusieron a escupirle en la cara y a abofetearle; y otros a golpearle, diciendo: «Adivínanos, Cristo. ¿Quién es el que te ha pegado?»
Negaciones de Pedro.
Pedro, entretanto, estaba sentado fuera en el patio; y una criada se acercó a él y le dijo: «También tú estabas con Jesús el Galileo.» Pero él lo negó delante de todos: «No sé qué dices.» Cuando salía al portal, le vio otra criada y dijo a los que estaban allí: «Éste estaba con Jesús el Nazareno.» Y de nuevo lo negó con juramento: «¡Yo no conozco a ese hombre!» Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: «¡Ciertamente, tú también eres de ellos, pues además tu misma habla te descubre!» Entonces él se puso a echar imprecaciones y a jurar: «¡Yo no conozco a ese hombre!» Inmediatamente cantó un gallo. Y Pedro se acordó de aquello que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces.» Y, saliendo fuera, lloró amargamente.
Jesús llevado ante Pilato.
Llegada la mañana, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. Y después de atarle, le llevaron y le entregaron al procurador Pilato.
Muerte de Judas.
Entonces Judas, el que le entregó, viendo que había sido condenado, fue acosado por el remordimiento, y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo: «Pequé entregando sangre inocente.» Ellos dijeron: «A nosotros, ¿qué? Tú verás.» Él tiró las monedas en el Santuario; después se retiró y fue y se ahorcó. Los sumos sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: «No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque son precio de sangre.» Y después de deliberar, compraron con ellas el Campo del Alfarero como lugar de sepultura para los forasteros. Por esta razón ese campo se llamó «Campo de Sangre», hasta hoy. Entonces se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías: Y tomaron las treinta monedas de plata, cantidad en que fue apreciado aquel a quien pusieron precio algunos hijos de Israel, y las dieron por el Campo del Alfarero, según lo que me ordenó el Señor.
Jesús ante Pilato.
Jesús compareció ante el procurador, y el procurador le preguntó: «¿Eres Tú el rey de los judíos?» Respondió Jesús: «Tú lo dices.» Y, mientras los sumos sacerdotes y los ancianos le acusaban, no respondió nada. Entonces le dice Pilato: «¿No oyes de cuántas cosas te acusan?» Pero Él a nada respondió, de suerte que el procurador estaba muy sorprendido.
Cada fiesta, el procurador solía conceder al pueblo la libertad de un preso, el que quisieran. Tenían a la sazón un preso famoso, llamado Barrabás. Y cuando ellos estaban reunidos, les dijo Pilato: «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo?», pues sabía que le habían entregado por envidia.
Mientras él estaba sentado en el tribunal, le mandó a decir su mujer: «No te metas con ese justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa.»
Pero los sumos sacerdotes y los ancianos persuadieron a la gente para que pidiese la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Y cuando el procurador les dijo: «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?», respondieron: «¡A Barrabás!» Díceles Pilato: «Y ¿qué voy a hacer con Jesús, el llamado Cristo?» Dicen todos: «¡Sea crucificado!» - «Pero ¿qué mal ha hecho?», preguntó Pilato. Mas ellos seguían gritando con más fuerza: «¡Sea crucificado!» Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la gente diciendo: «Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis.» Y todo el pueblo respondió: «¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!» Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarle, se lo entregó para que fuera crucificado.
Coronación de espinas.
Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de Él a toda la cohorte. Le desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura; y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de Él, le hacían burla diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!»; y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza. Cuando se hubieron burlado de Él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle.
La Crucifixión.
Al salir, encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón, y le obligaron a llevar su cruz. Llegados a un lugar llamado Gólgota, esto es, «Calvario», le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero Él, después de probarlo, no quiso beberlo. Una vez que le crucificaron, se repartieron sus vestidos, echando a suertes. Y se quedaron sentados allí para custodiarle.
Sobre su cabeza pusieron, por escrito, la causa de su condena: «Éste es Jesús, el rey de los judíos.» Y al mismo tiempo que a Él crucifican a dos salteadores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús en cruz ultrajado.
Los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: «Tú que destruyes el Santuario y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!» Igualmente los sumos sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de Él diciendo: 42 «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en Él. Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: `Soy Hijo de Dios.'» De la misma manera le injuriaban también los salteadores crucificados con Él.
Muerte de Jesús.
Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» Al oírlo algunos de los que estaban allí decían: «A Elías llama Éste.»
Y enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber. Pero los otros dijeron: «Deja, vamos a ver si viene Elías a salvarle.» Pero Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu.
En esto, el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo; tembló la tierra y las rocas se hendieron. Se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron. Y, saliendo de los sepulcros después de la resurrección de Él, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos. Por su parte, el centurión y los que con él estaban guardando a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: «Verdaderamente Éste era Hijo de Dios.»
Había allí muchas mujeres mirando desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle. Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
Sepultura de Jesús.
Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho también discípulo de Jesús. Se presentó a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato dio orden de que se le entregase. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en su sepulcro nuevo que había hecho excavar en la roca; luego, hizo rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se fue. Estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro.
 Custodia del sepulcro.
 Al otro día, el siguiente a la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato y le dijeron: «Señor, recordamos que ese impostor dijo cuando aún vivía: `A los tres días resucitaré.' Manda, pues, que quede asegurado el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan luego al pueblo: `Resucitó de entre los muertos', y la última impostura sea peor que la primera.» Pilato les dijo: «Tenéis una guardia. Id, aseguradlo como sabéis.» Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.





martes, 4 de febrero de 2020

Manos Unidas

   Hola a todos
   El 5º domingo ordinario se celebra la jornada de Manos Unidas. Y ya estamos a sus puertas.
   El lema de este año lo podemos leer en su cartel de la campaña actual, la 61:

Y en los siguientes anuncios nos presentan dos casos provocados por este maltrato:
-        Hambre
                               

-        Enfermedad:

La propia ONG nos explica su campaña 61:

“Iniciamos el segundo año del trienio dedicado a la promoción de los Derechos Humanos (…) para la consecución del derecho a la alimentación, cuestión central en nuestra misión. Se trata de luchar contra el hambre y en favor del desarrollo hu­mano integral y sostenible.
Nos centramos en el cuidado de la casa común, profundizando en la relación de la lucha contra la pobreza y la garantía de los Derechos Humanos.”

En el siguiente vídeo nos lo presentan de forma resumida:
  
Basados en la encíclica “Laudato Si” del Papa Francisco, reconocemos inseparables la preocupación por la naturaleza y la justicia con los empobrecidos (LS 10). No es posible acoger el clamor de los pobres sin atender al clamor de la tierra.

El Papa Francisco, en la “Laudato Si”, invita al cuidado de la “casa común” para crear una conciencia responsable desde la perspectiva de la preocupación por la creación.
“Entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto” … “Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella” (LS 2).
“Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir (…) no pensemos solo en la posibilidad de (…) grandes desastres naturales, sino también en catástrofes derivadas de crisis sociales, porque la obsesión por un estilo de vida consumista, sobre todo cuando solo unos pocos puedan sostenerlo, solo podrá provocar violencia y destrucción recíproca” (LS 204).








lunes, 3 de febrero de 2020

Torta de chanchigorri para San Blas

   Hola chicos:
   El día 3 de febrero se celebra San Blas.
   Es muy típico en Navarra comer tortas de chanchigorri durante el invierno y, especialmente , llevarlas a bendecir, junto a roscos, chocolate, etc. en este día.
    Como lo hemos estado comentando en clase y, a algunos no sabían muy bien qué eran, podremos saber más sobre ellas con lo siguiente:

- vídeo con la receta de cómo se hace en los pueblos

- ¿Qué es esa torta? Breve reseña
Repostería muy popular en Navarra ligada a su cultura navarra y la matanza del ‘cuto’ –que es así como le llaman en algunos lugares-, ya que, uno de sus ingredientes básicos es el chicharrón del cerdo, esto es, materiales grasos de residuos fritos de la manteca del puerco. Dicen que surgió en Olite, concretamente en la panadería Casa Vidaurre.
La torta de ‘Txantxigorri’ –en euskera- ‘Chanchigorri’, o también ‘Chalchigorri’, ‘Ensaimadas’, ‘Chinchorras’ o de ‘Chicharrones’, tradicionalmente se elaboraba en otoño. San Martín era la época de la matanza del cerdo, criado en muchas de las casas de la localidad y con el que elaboraban un sinfín de productos.
Según cuentan, desde finales del siglo XIX, las mujeres recogían la manteca y acudían a Casa Vidaurre para que se les elaborara la torta, ya que era un modo de aprovechar los restos de las pellas del animal, después de derretida la manteca. Se freían a fuego lento en su propia grasa y se unían a una masa de pan para, después, endulzarlo con canela, azúcar y, finalmente, hornearlo durante unos minutos. Tal fue el éxito de esta creación, que se fue extendiendo a otras localidades de Navarra y actualmente es uno de los dulces más tradicionales del territorio y se fabrica a lo largo de todo el año.

De gran sabor y carácter por su ingrediente estrella (el chicharrón) tiene muchas calorías y multitud de formas: rectangular, redonda, cuadrada… De ahí que cada pastelería la oferte con su gramaje particular así como por unidades o en cajas. Incluso hay quien la ofrece sobre barquillo; por si esto fuera poco, otros añaden nuevos ingredientes, tales como las nueces.

 - receta detallada para que la podáis hacer en casa si pincháis en este enlace

   ¡Que aproveche!








domingo, 2 de febrero de 2020

Candelaria

   Hola a todos:
   El 2 de febrero se celebra la fiesta de la Candelaria o Presentación de Jesús en el Templo. En ella se recuerdan los sucesos que podéis leer en Lc 2,  22-38.
   También lo podéis ver en el siguiente vídeo (solo sale la presentación), donde vienen más pasajes de la vida de Jesús, el Mesías:
-        Los Magos de Oriente: entrevista con Herodes, adoración del Niño,
-        Matanza de los Inocentes y aviso a la Sagrada Familia para refugiarse en Egipto,
-        Huida y llegada a Egipto.
Al final del vídeo se incluye una explicación sobre el rey Herodes, llamado “el Grande”

Y si queréis verlo en película, lo podréis ver en el siguiente corte de Jesús de Nazaret de Zeffirelli. donde unen la circuncisión (a los ocho días del nacimiento) y la presentación del Niño (a los cuarenta días de su nacimiento) en el Templo.