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Ecumenismo: Semana por la Unidad de los Cristianos

      
    La fe de Jesús, ("Dios mío y Señor mío", la proclamó el apóstol Tomás al ver a Cristo resucitado) empezó con un puñado de seguidores y hoy cuenta con unos 2.400 millones de cristianos, aquellos que -muy devotos o nada devotos- han sido bautizados y convertidos así en hijos de Dios por adopción.
Sin embargo, con los avatares de la Historia llegaron las rupturas: con los asirios, armenios y coptos en el siglo V (se calcula que hoy son unos 85 millones), con los ortodoxos griegos en el siglo XI (hoy son unos 270, sobre todo en Rusia y Europa Oriental), y después con los protestantes en el siglo XVI, y las infinitas separaciones entre distintos protestantes (se calcula que son unos 920 millones en todo el mundo). La Iglesia Católica cuenta con unos 1.285 millones de fieles.
Todos estos cristianos escuchan recitar en sus iglesias las palabras de Jesús: "Padre, que sean uno como tú y yo somos uno"(Jn 17,21). La unidad es, pues, un mandato de Cristo.

Desde aquellas palabras de Jesús, recogidas en el Evangelio de San Juan e integradas en la llamada «oración sacerdotal», nunca en la Iglesia se ha dejado de orar por la unidad. El texto evangélico dice: «Padre, te ruego por ellos, para que sean uno, como tú y yo somos uno, para que el mundo crea» (Jn 17, 21). Todas las liturgias antiguas, tanto orientales como occidentales, poseen bellas oraciones que repiten, a su manera, aquella oración del Señor Jesús poco antes de padecer.

Pero cuando las polémicas y enfrentamientos se consumaron y dividieron el Cristianismo en Iglesias enfrentadas, la urgencia por la vuelta a la unidad visible se hizo un grito —desgraciadamente no un clamor— y aquella oración de Getsemaní se convirtió en una necesidad sentida por los mejores espíritus de cada una de las comunidades separadas. Existe una larga tradición en las Iglesias cristianas de orar por la unidad. Los textos litúrgicos de las comunidades católicas, ortodoxas, anglicanas y protestantes poseen hermosas plegarias para pedir al Espíritu preservar o devolver —según los casos— la unidad de la Iglesia. Pero además de las expresiones litúrgicas oficiales por la unidad, apareció muy pronto entre muchos cristianos divididos una orientación marcadamente ecuménica que ponía todo el énfasis en la plegaria por la unidad de las Iglesias divididas —en plural— que, sin menoscabo de la tarea doctrinal, se dio cuenta de que el camino real hacia la plenitud de la unidad pasaba por la convergencia y concordia de corazones en la plegaria común compartida por todos.
La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, nació en Inglaterra, en 1908, con un “Octavario de oración por la unidad de la Iglesia”. Luego, en 1966 se creó un grupo mixto entre la Iglesia Católica y el Consejo Mundial de las Iglesias Protestantes, para la preparación de esta semana de oración.
En el hemisferio norte la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos se celebra tradicionalmente en las fechas arriba señaladas. Éstas fueron propuestas en 1908 por Paul Watson para cubrir el periodo entre la fiesta de san Pedro y la de san Pablo, que tienen un hondo significado. En el hemisferio sur donde el mes de enero es tiempo de vacaciones de verano, las Iglesias frecuentemente adoptan otras fechas para celebrar la Semana de Oración, por ejemplo, en torno a Pentecostés (sugerido por el movimiento Fe y Constitución en 1926), que representa también otra fecha significativa para la unidad de la Iglesia.

2020
Del 18 al 25 de enero se celebra la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos en esta ocasión bajo el lema:
«Nos mostraron una humanidad poco común» (Cf. Hch 28, 2)
«Un relato de gran actualidad- afirman los obispos-, si pensamos en las travesías de los emigrantes y refugiados en busca de puerto seguro en el Mediterráneo. Miles de ellos huyen de sus países de origen perseguidos por su fe o sus ideas. El relato contrastado con la realidad de cada día es una fuerte llamada a la unidad de acción de todos los cristianos, para que tratemos con solícita humanidad a cuantos nos piden ayuda. Los países de los que proceden los emigrantes padecen males sociales y desórdenes que les obligan a buscar unas condiciones de vida mejor entre nosotros. Es necesario ayudar a los países que los emigrantes abandonan, promoviendo en ellos el respeto a los derechos humanos, la libertad religiosa y el bienestar social que ahora no pueden legítimamente ofrecer a cuantos se ven obligados a emigrar».
                                  
Los Obispos de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales recuerdan en su mensaje con este motivo que “la tradicional Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos nos devuelve a una realidad que olvidamos con demasiada frecuencia: que los cristianos estamos lejos de la unidad que Cristo quiso para su Iglesia. Este año el Octavario se inspira en la narración de la terrible tempestad que padecieron los pasajeros de la nave que llevaba a san Pablo a Roma con algunos prisioneros más custodiado junto por soldados, al frente de los cuales el centurión romano de nombre Julio. El Apóstol había apelado al tribunal del César y tenía que acudir a Roma, surcando el Mediterráneo desde Cesarea Marítima, en tierras de Palestina. Durante la travesía se desencadenó una fuerte tempestad que duró más de dos semanas y que los arrastró hasta la ensenada de una playa donde encallaron. Habían llegado a Malta sin haber comido durante este tiempo y sin ropas, después de haber lanzado al mar cuanto llevaban para aligerar el peso de la nave, expuestos al vendaval y a la tempestad.
Si las divisiones no pueden anular el bautismo válidamente administrado por las Iglesias y comunidades eclesiales, el Octavario nos invita a la oración que ilumine nuestro conocimiento del misterio de Cristo, del cual hemos sido hechos partícipes por el mismo bautismo. No hay otro punto de partida para reconstruir la unidad visible de la Iglesia y alcanzar la meta de la misma Eucaristía. Hemos andado un largo trecho hacia la recomposición de la unidad perdida y anhelada, pero, acosados por la tempestad de una cultura contraria al Evangelio, aún no hemos soltado la carga que impide que la nave se sostenga sobre las aguas altivas de una sociedad relativista y la indiferencia ante la proclamación del mensaje evangélico.”

2019

 Esta semana de oración se celebra tradicionalmente del 18 al 25 de enero, entre las festividades de la confesión de San Pedro y la de la conversión de San Pablo.  
Para preparar esta celebración anual, los asociados ecuménicos de una región son invitados cada año a elaborar un texto litúrgico de base sobre un tema bíblico. A continuación, un equipo internacional de editores formado por representantes del CMI y de la Iglesia católica romana pule el texto para asegurarse de que puede ser utilizado como oración en todo el mundo y de que está relacionado con la búsqueda de la unidad visible de la Iglesia.
Desde hace ya algunos años, se encargan los materiales de oración para esta semana a Iglesias y Comunidades eclesiales confesionales diversas de alguna región geográfica. En esta ocasión se lo han pedido a las Iglesias y comunidades de la región de Indonesia.
Es el país más grande del Sudeste Asiático el Sudeste Asiático (más de 17 000 islas, 1340 grupos étnicos y más de 740 lenguas locales) y, sin embargo, unido en su pluralidad por una lengua nacional, el indonesio (Bahasa Indonesia). Con una población de 265 millones, de la cual el 86 % se considera musulmana. Sin embargo, un 10 % de los habitantes de Indonesia son cristianos de distintas tradiciones. La nación se funda en el lema Bhineka Tunggal Ika (unidad en la diversidad). A través de la diversidad de grupos étnicos, lenguas y religiones, los indonesios han vivido de acuerdo con el principio de gotong royong, que es vivir en solidaridad y colaboración. Esto significa compartir en todos los ámbitos de la vida, el trabajo, el duelo y las fiestas, y considerar a todos los indonesios como hermanos y hermanas. Esta armonía siempre frágil está amenazada en la actualidad: competitividad a cualquier precio, corrupción devastación del medio ambiente. De un modo especial la corrupción socava la justicia y la aplicación de la ley. Movidos por estas preocupaciones, los cristianos de Indonesia encontraron que las palabras del Deuteronomio «actúa siempre con toda justicia ... » (cf. Dt 16, 18- 20) hablaban poderosamente a su situación y a sus necesidades. Antes de que el pueblo de Dios entrara en Canaán, renovó su adhesión a la Alianza que Dios había hecho con él.
Recuerdan los obispos de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales en su mensaje, ”Indonesia es de mayoría social musulmana y, aunque numerosas, son minoritarias las Iglesias y comunidades cristianas, que se han movilizado con fraterna solidaridad para paliar en lo posible los efectos de los seísmos”. 
Por ello, el lema de este año es:
                                     “Actúa siempre con toda justicia” (Dt 16, 18-20)

2018:
 Desde hace cincuenta años, del 18 al 25 de enero, todas las iglesias cristianas celebran una Semana de oración por la unión de todas ellas. La Iglesia en España ha publicado un mensaje titulado “La unidad que solo el Señor puede darnos” y en el que afirma:
los cristianos desunidos solo alcanzaremos la meta de la unidad rompiendo las ataduras que nos mantienen esclavos de un confesionalismo lleno a veces de prejuicios, cerrado y excluyente, que desconfía de los que no pertenecen a la propia confesión, que niega la identidad cristiana a los bautizados de otras confesiones cristianas.
Un paso en ello son las celebraciones ecuménicas donde todos miramos lo que nos une y no aquello que nos pueda separar. El siguiente vídeo es un ejemplo donde diferentes representantes cristianos escuchan hermanados un espiritual protestante en la voz de cantantes de diferentes procedencias y religiones.
Todo comienza con un paso tras otro que nos aleje del escándalo que supone ante el mundo creer en un solo Dios que nos pide que actuamos como hermanos pero que no nos tratamos como tal.
                                           

2016
   
Durante toda esta semana, en todo el mundo, se reza y reflexiona para que todos los cristianos vivamos desde lo que nos une (que es mucho más de los que nos separa) la fe en Dios.
Ojalá el Señor nos ilumine para desandar el camino de la desunión, la incomprensión mutua y los recelos que nunca deberían haber surgido.
Y podamos vivir como se recoge en la siguiente frase (cf. NT):
Un solo Señor, una sola fe, un solo Bautismo, un solo Dios y Padre.
Y para ayudar en esta reflexión aquí tenéis este pequeño vídeo:


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